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Santi M (27)

Las cosas en mi vida no salieron como yo planeaba.

Cuando tenía 19 años, mis papás se enteraron de mi sexualidad por error leyendo un mensaje en mi teléfono.

Cuando tenía 21 años, mis amigos del colegio se enteraron de mi sexualidad cuando salí en la tapa de una revista hablando de mi virginidad.

Cuando tenía 23 años, mis compañeros de trabajo se enteraron de mi sexualidad cuando me hice conocido en twitter.

Cuando tenía 25 años, en mi parroquia se enteraron de mi sexualidad por un tweet mío que se hizo viral por citar una homilía que hablaba sobre aceptar a la comunidad LGBT.

Mi intención desde el principio fue no hablar con nadie de mi sexualidad salvo en mi círculo más cercano. Nunca sentí que la sexualidad fuera algo que tuviera que contarse a los cuatro vientos, porque me parece que es algo muy personal y que no tendría que condicionarnos la vida. Pero empecé a darme cuenta de que mi testimonio llamaba la atención y se viralizaba porque rompía con estereotipos. Y empecé a encontrar indicios de que esto hacía bien a mucha gente: a hacerles saber que no estaban solos, a hacerles conocer otras realidades.

Me considero un privilegiado de haber podido dar ese paso hacia afuera y de tener un entorno que me ayudara. Creo que la clave fue haber conocido muchos curas que me orientaron y me ayudaron a encontrarme con Jesús en mi realidad. Y también haber sido acompañado toda mi vida por un Jesús que me bancó y que estuvo conmigo en momentos que nadie más estuvo.

Creo que El Centurión nace con eso. Con sacarnos el foco de nosotros mismos y de nuestra zona de comfort para darnos al otro, para acompañarlo y bancarlo. Y también para uno dejarse acompañar por esta comunidad diversa, que respeta y valora la identidad de cada uno.

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Historia 6: Texto
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